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Cuidar la casa común: la historia de la mujer que recorre Tunja, la ciudad que olvidó reciclar

Actualizado: 3 sept

Por Magda Cortés

Cuidar la casa común: la historia de la mujer que recorre Tunja, la ciudad que olvidó reciclar
Doña María usando la técnica antigua de secado de residuos orgánicos en la Asociación

La neblina y la incesante llovizna dejan una estela blanca y húmeda que acompaña a doña María desde el inicio de su jornada, muy a las 6:30 de la mañana. Todos los días de la semana ella visita casas o lugares de encuentro para hacer aseo o recoger los residuos orgánicos para el reciclaje. 


Esta vez comienza su recorrido frente al hospital de la ciudad de Tunja, en el departamento de Boyacá, las botas color lila de caucho, el overol verde oliva, sombrero de tela y 5 baldes de colores están dispuestos para iniciar una nueva jornada. Su primera parada es en el primer piso de la Iglesia Bautista Fundamental Maranatha, un edificio blanco, con ventanas ligeramente azuladas y rejas blancas. La hermana Consuelo abre la puerta, otras dos señoras cubiertas con mantas y excelentemente maquilladas saludan a doña María con una sonrisa un poco incómoda, que se desenvuelve cuando comienzan a hablar de Dios y de lo pecadoras que se reconocen. 


En aquella iglesia cristiana, doña María recoge los primeros residuos del día. Cerca del baño encuentra la bolsa que la hermana Paola le ha dejado esta semana, intercambia un balde de desperdicios por otro vacío, listo para acoger nuevamente las cáscaras de huevo, de papa, de frutas, de los restos de verduras que las amas de casa separan para ella.  



Cuidar la casa común: la historia de la mujer que recorre Tunja, la ciudad que olvidó reciclar
Doña María inicia su recorrido frente al Hospital San Rafael bajo la lluvia.

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El frío mantiene los dedos entumecidos y la llovizna continúa como unas diminutas gotas livianas  que se enredan en el cabello y en la ropa. Antes de caminar los 2,2 kilómetros que separan el hospital del barrio Los Patriotas, doña María toma tinto en la camioneta negra que hace las veces de un puesto de ventas ambulantes, en una de las plazoletas centrales de la ciudad. 


Los lunes, miércoles y viernes gana entre 60.000 y 70.000 pesos diarios por hacer el aseo, lavar la ropa, y en algunos casos, por preparar el almuerzo para las personas de las casas dónde trabaja. Los otros días, como hoy, los dedica al reciclaje.


Esto no fue siempre así, apenas terminó de estudiar la primaria, a los 15 y hasta sus 20 años, doña María estuvo interna como trabajadora doméstica en una casa de familia en Bogotá.  Recuerda que era muy esclavizante porque no tenía un horario definido: “Desde que me levantaba hasta que me acostaba, incluso a veces uno estaba durmiendo y algo necesitaban y tocaba levantarse e ir atender, así fuera no más ir a abrir la puerta”,dice Doña María.


Le daban un descanso de un día cada 15 días, y no le pagaban ni el salario mínimo debido a que sus empleadores le decían que como le daban el hospedaje y la comida no le podían pagar más. Doña María reconoce que se aprovechaban mucho, sobre todo del tiempo diario de trabajo, el cuál podía ser hasta de 10 a 15 horas.


Desde niña, doña María hace parte de las más de 70 millones de personas que se dedican al trabajo doméstico en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).  De las que, vale la pena destacar, el 76,2% son mujeres.


Doña María ha hecho aseo en casas de familia, oficinas, restaurantes, e incluso, ha trabajado para grandes empresas como Lafayette y Satena, pero como era madre y padre de sus hijos, las distancias y los horarios no le permitieron seguir trabajando en alguna de estas compañías que le ofrecían mayor seguridad laboral por más tiempo. 


-Yo ya tenía dos niños, me iba muy temprano porque entraba a trabajar a las 6 de la mañana y volvía también a unas horas… Descuidaba mucho a mis hijos y el barrio no era lo mejor, ahí se veía indigencia, drogadicción, los niños en la calle y los colegios no prestaban esa atención después de la jornada escolar para que ellos estuvieran bien, entonces yo tuve que renunciar a muchos trabajos por mis hijos, tenía que conseguir trabajos más cerca para estar pendiente de ellos - recuerda.


Hoy en día, doña María dice que lo más difícil del trabajo doméstico es la inestabilidad laboral y económica, el no poder pagar una pensión o la salud porque solo la contratan por algunos días a la semana, lo cuál es insuficiente para vivir todo el mes. Con los cerca de 187 dólares que ella gana mensualmente, las personas en Colombia apenas podrían pagar pensión y un arriendo en una ciudad pequeña como Tunja. 



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Ya lleva dos baldes de desperdicios orgánicos y el clima sigue frío, los charcos se han formado en las avenidas y las llantas de los carros se despegan como chicles del pavimento húmedo que atraviesa la ciudad. En cada uno de los pasos cortos pero ligeros suena el vaivén de los baldes que cuelgan de sus manijas, que a su vez, cuelgan de las manos blancas, pequeñas y gruesas de doña María. 


En el 2012, Gustavo Petro, hoy presidente de Colombia, fue alcalde de la capital del país, Bogotá. Una de las acciones realizadas por su gobierno en ese periodo, fue entregarle el manejo de las basuras a una empresa llamada Aguas Bogotá, a través de la cuál intentó quitarle poder a los operadores privados, implementando el programa Basura Cero e incluyendo a los recicladores en la logística de recolección. 


En ese entonces, doña María era parte de una asociación que se presentó a esta convocatoria, ganó y estuvo durante 5 años trabajando con la Alcaldía de Bogotá. Esto representó para ella y otros recicladores un estilo de vida diferente, porque tenían un salario fijo, pudieron hacer ahorros de cesantías, y en el caso particular de doña María, cuenta que durante este tiempo pudo pedir el subsidio para vivienda en la caja de compensación y hacer un ahorro programado en el fondo nacional, además, gracias a esto tuvo la oportunidad de comprar un apartamento en Tunja, que aún está pagando a cuotas.


En Aguas Bogotá, doña María siguió trabajando en servicios generales, primero como barrendera por las calles de la ciudad, y luego, haciendo aseo y cafetería en las oficinas. En ese momento se creó un sindicato de la empresa y ella fue la tesorera. En el 2017, con el cambio de gobierno, despidieron a todas las personas de Aguas Bogotá, por lo que cada empleado demandó. Al momento doña María no ha obtenido respuesta.  En cambio, en  esos años recibió amenazas de un grupo armado ilegal, razón por la cuál se mudó a la ciudad de Tunja. 


Al llegar a Boyacá, se siguió desempeñando en el trabajo doméstico y en el reciclaje, perteneciendo así a los más de 15 millones de personas en el mundo que hacen parte de programas informales de reciclaje de residuos. 


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-Con los años hay cosas y actividades en las que uno quiere encontrar tranquilidad y esto es como una terapia dónde uno siente paz, porque uno está aportando algo de lo poco que puede para solucionar el problema ambiental -dice doña María seria, con sus ojos pequeños y oscuros fijos en el camino.


Doña María Aguirre terminó a los 35 años el bachillerato y a los 54 está estudiando un técnico en producción agropecuaria. Es fundadora de la Asociación Generando Vida Verde, en la que se vinculan principalmente adultos mayores y mujeres cabeza de familia que también se dedican al servicio doméstico, y dentro de la asociación, apoyan  la transformación de residuos orgánicos en abono.


Esta idea surgió durante la pandemia. Doña María separaba los residuos que se producían en su propia casa y comenzó a realizar el proceso de secado del material orgánico y posteriormente la  creación de abono, que usó en sus propias plantas, dándose cuenta que las hacía crecer más. Luego le contó a sus compañeras de la iglesia, comenzó a tocar puertas y así llegó a crear la asociación y a tener el lote en el que actualmente están trabajando.


Al final de los 3 kilómetros de recorrido a pie, con cerca de 15 kilos de residuos orgánicos, doña María llega al terminal de Tunja para tomar un bus que la lleva hasta el municipio de Cómbita. A 21 kilómetros de distancia de la capital del departamento, dónde el recorrido continúa… 


Detrás de la imponente iglesia azul clara y blanca, señal del parque central del pueblo, a cuadra y media, doña María realiza la primera parada. No hay timbre, entonces llama por teléfono a la persona que tres minutos después abre la puerta. Una señora ya de edad, con un niño que se asoma desde la parte superior de las escaleras, un balde a medio llenar con restos de papaya, de papa, de yuca y en la otra mano una empanada para doña María, que ella rápidamente recibe y la esconde en su bolsillo.



Cuidar la casa común: la historia de la mujer que recorre Tunja, la ciudad que olvidó reciclar
Doña María camino a espacio de la Asociación Generando Vida Verde destinado al tratamiento de residuos

El recorrido seguiría a la plaza de mercado, dónde también algunas mujeres separan los residuos y se los entregan para procesarlos, pero la lluvia ha sido intensa y siendo las 09:30 de la mañana aún no han llegado las personas que doña María espera. A cinco cuadras del parque central, está el lote en el que actualmente la Asociación realiza el proceso de secado, molienda y empaque del abono resultado del tratamiento de los residuos orgánicos que se recolectan. 


En este espacio, además tienen cultivos de maíz, haba, calabaza, curuba, pepino, entre muchas otras plantas que se nutren  únicamente con el abono producido en el mismo lugar. Aprovechando un momento en el que la lluvia cesa, doña María vacía el contenido de los baldes en unas camas de secado, estructuras de madera elevadas a metro y medio del suelo, cubiertas por un vidrio que permite dejar pasar los rayos de sol para deshidratar los desperdicios y así obtener el material listo para la molienda.


Cuidar la casa común: la historia de la mujer que recorre Tunja, la ciudad que olvidó reciclar
Retiro del material orgánico deshidratado de las camas creadas por la Asociación Generando Vida Verde

De acuerdo con un estudio realizado por la investigadora Cindy Vargas en el 2022, en Boyacá aún no existe una planta legalmente constituída para el tratamiento de los residuos orgánicos, aunque con la Resolución 276 de 2016 y el Decreto 596 de 2016 del MVCT, esta actividad esté ya respaldada. 


En 2016, en América Latina y el Caribe se generaron más de 605.000 toneladas de residuos al día, con un promedio de 0,97 kilogramos per cápita por día, y se estima que para 2050 esa cifra aumente hasta un 25% según un informe de la CEPAL. Además, este documento indica que más del 50% de los residuos mundiales son de materia orgánica, y en América Latina y el Caribe la tendencia es similar a la que se observa a nivel mundial, por lo que, en promedio, los residuos orgánicos predominan en los residuos totales. 


Sin embargo, la infraestructura necesaria para la gestión, el aprovechamiento y la disposición final de los residuos no crece a la misma velocidad que su generación. Dentro de los residuos orgánicos, predominan los desperdicios de alimentos, que para el 2007, representaron alrededor del 9% de las emisiones mundiales totales de gases de efecto invernadero (GEI), al menos 3,3 Gt de CO2 equivalente. La cifra aumentó para el 2011 a 3,6 Gt de CO2 equivalente, por lo que,  la Comisión Económica para América Latina y el Caribe menciona que los desperdicios de alimentos ocuparían el tercer lugar como emisor a nivel mundial de gases de efecto invernadero, principales causantes del calentamiento global. 


Doña María reconoce que siempre ha tenido un interés por el cuidado del medio ambiente, mientras barría las calles en Bogotá pensaba que su labor era importante 


-Uno al barrer ve que no se llenan las alcantarillas de mugre, no se tapan, no se desbordan, no va a los ríos y en el reciclaje veo que presto un servicio porque todos estos materiales no se van a deshacer jamás y sí están contaminando, entonces yo ayudo a que se les dé un uso diferente.


De acuerdo con la abogada Cindy Vargas, se sabe de una planta de gestión de residuos orgánicos que opera en el municipio de Paipa, en el departamento de Boyacá, y que no cuenta con uso de suelo compatible para la actividad que desarrolla. Esta situación la está viviendo de forma similar la asociación Generando Vida Verde, doña María recibió de parte de la alcaldía de Cómbita un terreno en comodato, que es un préstamo que hace el Estado colombiano para que otra entidad pública, fundaciones, asociaciones, sindicatos o cooperativas puedan hacer uso de un inmueble de forma gratuita y al finalizar el tiempo pactado se devuelva el bien al estado. Pero el terreno que le cedieron a la Asociación Generando Vida Verde, tiene un uso de suelo que no les permite realizar su labor como gestores de residuos orgánicos. Por esto, doña María y las personas asociadas siguen usando un lote pequeño dentro del casco urbano del municipio para transformar una cantidad limitada de desperdicios al mes.


La falta de un espacio para mejorar el proceso, la falta de recursos para poder recibir más material y la falta de un medio de transporte para recoger los residuos ha impedido que doña María cobre una tarifa por el servicio que presta, aunque algunas personas ya están vendiendo el abono que ella produce y que les entrega a cambio de sus residuos cada semana.


-La satisfacción de estar aportando con un granito de arena en todo este cambio climático, es empezar a crear conciencia y que las personas creemos la conciencia de que una cosa son los materiales orgánicos y son aprovechables y otra cosa es la basura. Frente al tema ambiental debemos actuar ya, tomar acciones que nos permitan a futuro seguir teniendo cultivos, árboles y agua. Entonces para mí, realmente es una satisfacción personal por el momento, económica no, pero estamos haciendo el proceso - dice doña María, mientras hace girar el manubrio de un molino desgastado para triturar residuos ya deshidratados.


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Doña María comunicándose con sus usuarios



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